sábado, julio 30, 2005

Contexto Económico

La recién promulgada Ley de Hidrocarburos es sólo un reflejo de un país que intenta desesperadamente salir de una situación caótica. En este sentido, las cifras macroeconómicas de Bolivia son elocuentes. La crisis caló profundo en las distintas actividades del país, resintiéndose aún más su precaria economía.

El mandato, aumentará las ganancias del fisco de 200 a 600 millones de dólares, por la explotación de gas y petróleo, lo cual representa un ítem trascendental en un país que sumó un PIB de tan sólo USD 8 mil 758 millones en 2004.

No obstante, la nueva normativa no parece cambiar sustancialmente el escenario. La generación de empleo por la explotación de este recurso es muy baja y la historia del país demuestra que la razón de la crisis sólo encuentra una variable en la economía, mas no una determinante. A pesar de esto, quienes piden la nacionalización recuerdan amargas experiencias anteriores, cuando los vastos recursos generados por la plata y el estaño quedaron en manos de extranjeros y de unos pocos bolivianos privilegiados.

El problema es que una nacionalización puede detener el flujo de inversión extranjera y el conocimiento necesario para explotar las reservas de gas del país.
Lo anteriormente expuesto, conduciría a un desaprovechamiento del recurso y, por ende, a pérdidas millonarias al país. Un factor de suma importancia en la economía altiplánica es que sólo subsiste de materias primas. La nula producción de tecnología; la dependencia de gran parte de la población agrícola del cultivo de hoja de coca, del contrabando y del comercio ilegal; y el escaso nivel de industrialización del país, hacen que Bolivia vea una salida exclusiva a su difícil situación en los hidrocarburos.



Las plantaciones cocaleras son uno de los principales escollos que debe sortear la política económica boliviana. Para poder erradicarlas, el gobierno debe entregar una opción válida a los agricultores, quienes viven de esta actividad, aunque muchas veces lo nieguen, ya que es difícil convencerlos de cambiar su fuente de ingreso, si ésta les reporta ganancias superiores a cualquier otra variable agrícola y les asegura una demanda del producto.

“La mayoría de los agricultores dicen que viven de sus huertos y no aceptan la agricultura cocalera, pero en realidad casi todos subsisten de este negocio y sólo mantienen una porción de sus tierras con otros productos como pantalla ante las autoridades”, aventuró la consultora al respecto.

Otro aspecto fundamental que deberá resolver el gobierno es la falta de credibilidad y confianza de los inversionistas extranjeros en el sistema económico altiplánico. Debido a la crisis, el país está calificado como B3 (muy riesgoso) por Moody’s (calificador de riesgo) y hace peligrar la entrada de dinero fresco que podría mejorar los números de la economía. La agencia calificadora Fitch Rating también advirtió que si se deteriora el ambiente social y político afectando la capacidad para pagar la deuda puede darse un nuevo descenso de los indicadores de confiabilidad.

El presidente Rodríguez, prevé que para revertir estos indicadores Bolivia necesitará –al menos– cinco años, durante los cuales se puede recuperar su credibilidad, abrir el mercado externo y ganarse la confianza nuevamente de los inversionistas extranjeros.

La inversión extranjera es importante porque Bolivia no tiene ahorro interno para generar inversiones en proyectos productivos o económicos. Además, ese dinero sólo llegará al país cuando se respetan las reglas del juego y exista estabilidad política y social. Sin inversión extranjera y privada nacional será muy difícil luchar contra la pobreza y frenar el desempleo.

Cabe recordar que Bolivia tiene un déficit fiscal de 5,7% del PIB y una caída de 41% en la inversión extranjera en el período 2003-2004. El país creció un 3,58% en el periodo 2003-2004, lo que había hecho esperanzar a los optimistas quienes daban nuevos pronósticos. Pero ese mismo año, según el informe del Índice de Desarrollo Humano (IDH) en el mundo, Bolivia permanecía en el puesto número 114 de 176 países, mostrando una mejora de sólo centésimas en sus índices respecto al estudio anterior.

Según el estudio, el problema boliviano se acentúa si se mira más al interior de su organización. Por ejemplo, los municipios ofrecen resultados más desalentadores, puesto que los niveles de pobreza y desigualdad han aumentado radicalmente.



La tasa de desempleo abierto en el área urbana se estimó en 8,7% para 2004; medio punto porcentual por debajo de la registrada en 2003, debido al repunte del crecimiento en la actividad de la manufactura. Sin embargo, los empleos fueron creados principalmente en el sector informal. La incidencia de pobreza en el 2004 se estima en 63,6% de la población, apenas inferior a la de 2003 (64,1%). Empero, el número de pobres sigue creciendo a un ritmo acelerado de 85 mil personas por año.

Otros indicadores que cada día se tornan más relevantes al momento de evaluar un país son, por ejemplo, la penetración de usuarios de Internet, que en Bolivia alcanza un 2,17%. También tiene una penetración de celulares de un 9%

La falta de salida al mar es, quizás el tema que más enciende los ánimos en Bolivia. A pesar de no ser la causa principal de las constantes crisis, esta materia se convierte en un catalizador para los líderes populistas de los indígenas e, incluso, para el gobierno. “Hacen creer a la gente que todo se solucionará con el acceso al mar, pero los problemas del país tienen otra génesis. Aunque tuviéramos océano, estaríamos con los mismos problemas, porque la crisis pasa por el centralismo paceño y la mala distribución de las arcas fiscales, además de la corrupción y el mercado negro”, propuso Ana Lía Mancilla al respecto.

La utilización del discurso marítimo, por parte de las autoridades, con fines eleccionarios, intentando muchas veces canalizar el odio hacia Chile y convertirlo en factor de unión, es una demostración clara de las estrategias que debe usar el poder político boliviano –por la ya mencionada debilidad de sus instituciones- para lograr hegemonizar a la población y orientarlas hacia un objetivo común.



Caudillos populares como Evo Morales, Felipe Quispe y Abel Mamani, han logrado cierta notoriedad y cobertura de los medios, en gran medida gracias a su discurso “antichileno”. Para éstos, nuestro país representa la piedra de tope en sus anhelos progresistas y sentencian que el enclaustramiento que heredaron de la guerra del pacífico hace más de 125 años les ha ocasionado atraso y subdesarrollo.
Por otra parte, la ausencia de costa ha sido utilizada por las autoridades para desviar la atención del pueblo de los verdaderos problemas que sufre Bolivia. Al respecto, Carlos Mesa mantuvo un discurso confrontacional durante su mandato y llevó la problemática hasta instancias como la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con el claro objetivo de imponer el debate sobre el tema en su país y relegar otras materias a un segundo plano.

Para el Cónsul Camarlinghi el tema de la mediterraneidad es relativo, pues si bien tiene una importancia en las cifras macroeconómicas, ya que según sostuvo, “Bolivia deja de percibir 2,5% de su PIB cada año, por la falta de mar” de acuerdo con un estudio de la Universidad de Oxford; por otra parte, el diplomático indica que “no es un factor preponderante en materia de la desigualdad de clases y distribución del ingreso, pues una de las principales causas de la situación económica actual es el desperdicio de las ganancias obtenidas por la minería en décadas pasadas.”

Agregó que “este impacto sobre la economía, por la carencia de una salida soberana al mar, fue mayor en la zona occidental de Bolivia, pues allí se sintió con fuerza, debido a que ese es el sector que colinda con la ex costa del país vecino.”

Al contrario, la visión de algunos bolivianos es que Chile ha sido fundamental en la historia del país, como causante del atraso cultural y del subdesarrollo económico, algo que comenzó a gestarse luego de la guerra entre los australes y la Confederación Perú- boliviana en 1879 y los tratados limítrofes posteriores. Al respecto, Nelson Castillo –boliviano oriundo de Cochabamba radicado en Chile- sentenció: “para mi país es muy importante la salida al mar, ya que las mercaderías que son exportadas por puertos chilenos, sufren un tratamiento negligente de parte de los funcionarios aduaneros, por ejemplo, la soya debe embarcarse con prontitud hacia el extranjero, sin embargo, debido a la demora en las tramitaciones los pájaros se la comen y llega en malas condiciones a destino.”

Una posición bastante cercana es la que presenta Evo Morales, líder cocalero, quien ve en la mediterraneidad “la causa de nuestros problemas, Chile es el traidor y la nación imperialista de América Latina. Con un acceso soberano al mar, el país aumentaría en un 100% sus posibilidades de desarrollarse y proyectarse. Yo sé que el pueblo de Chile nos apoya, hay encuestas que dicen que más del 50% de los chilenos quiere ceder una porción de costa a Bolivia.”

El gas natural que Bolivia exporta a Brasil, constituye la principal fuente de ingresos para las arcas del tesoro general de la nación dado que en la actualidad se están mandando entre 20 y 30 millones de metros cúbicos diarios al país vecino. Pero este ingreso se ha visto mermado debido al incumplimiento del contrato establecido por parte de ambas naciones. Cabe recordar que Brasil depende en gran medida del recurso gasífero para la producción industrial, por lo que se ve afectado de sobremanera con la nueva Ley de Hidrocarburos. Es por eso, que a la presión ejercida por EE.UU. se suma la de los brasileños, quienes ven en la nacionalización del gas un problema mayor para su abastecimiento energético.

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