sábado, julio 30, 2005

Contexto sociocultural

Otro factor de desequilibrio es que los indígenas no se han sometido a los gobiernos de turno, quizás porque no se sienten representados por las minorías hegemónicas blancas y, conscientes de su situación mayoritaria, se organizan y movilizan en razón de sus demandas.


Las etnias indígenas como quechuas, aymaras, guaraníes y otras minoritarias “nunca se han sentido parte de la nación boliviana”, según el cónsul Camarlinghi. Existe en ellas un profundo sentimiento de impotencia al ver que durante años, han sido sus antepasados y familiares quienes han efectuado la explotación física de los recursos minerales, recibiendo a cambio un salario exiguo y quedando enormes ganancias en las arcas fiscales o bien en capitales extranjeros.



Las relaciones entre las diversas etnias se ven afectadas por el problema de la doble contingencia , pues no se ha logrado un entendimiento histórico entre las dos partes involucradas en este sistema.

Es sabido que, para el surgimiento de un sistema organizacional dentro de una sociedad, lograr la complementariedad de expectativas es una condición necesaria para que las relaciones interpersonales y la comunicación se den con mayor fluidez. Las diferencias que se suscitan en varios ámbitos, tales como idiomas, costumbres, educación; discrepancias económico-culturales, donde se ven muy marcadas las clases sociales (y por ende, se visualiza una estigmatización entre los estratos) generan un clima de entropía.

Como consecuencia de lo anterior, surge una fuerte discriminación entre ambos sectores, donde la élite se percibe a si misma en un plano de superioridad frente a los indígenas y, por tanto, repercute en todo ámbito, conformándose una relación de poder vertical donde se ejerce una dominación subyacente.

Para Ana Lía Mansilla, “la ciudad de La Paz concentra demasiado poder y control sobre los demás departamentos, los cuales deben someterse a los dictámenes del gobierno central, que muchas veces ignora total o parcialmente los intereses y realidades locales.” Un ejemplo claro, en este sentido, fue “la elaboración del plan de transporte público para Santa Cruz por parte de un ingeniero paceño quien diseñó el trazado de las rutas desde su oficina en La Paz, apoyándose en un plano que ya tenía, al menos, diez años de antigüedad.” El resultado fue desastroso, “pues muchas calles habían cambiado de sentido, o bien ya no existían, por lo que el proyecto colapsó desde el primer día”, expuso la cruceña.

Un elemento clave para un cambio de paradigma en la relación intercultural es la apertura de una cultura hacia la otra y viceversa. Mientras el actuar de quienes ostentan el poder continúe siendo homogeneizante hacia los otros, considerándolos como subalternos a quienes alienar y “modernizar”, las culturas no podrán llegar a un entendimiento cabal de las distintas necesidades. Por tanto, el conocimiento de éstas en el contexto de una nación común, adquiere valiosa importancia.

Es necesario reconocer a aquellos ciudadanos, comprender su cultura política- que han forjado a través de años-, indagar sobre lo transitado para, desde ahí, construir propuestas participativas, educativas y de diálogo. Se debe investigar respecto de los conflictos en la elaboración de una nación, para adecuar los métodos de trabajo y la educación ciudadana.

El sistema educacional boliviano es mixto, es decir, público y privado. A pesar de que el número de matriculados en los niveles primario, secundario y superior ha ido en aumento en el sistema público en los últimos años, el analfabetismo continúa siendo un importante factor de inequidad en Bolivia. Esto, es una consecuencia estructural de la pobreza y de la falta de continuidad en la aplicación de programas de alfabetización de adultos y niños, así como de los modelos de desarrollo económico, que han favorecido las industrias urbanas sobre las políticas de desarrollo del campo.



El porcentaje de analfabetismo del país alcanza un preocupante número: 13,28%, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) de Bolivia. Esta cifra constituye una consecuencia de la acción homogeneizante de la alfabetización en castellano y el descuido de las lenguas originarias. Esta situación se descubre, particularmente, agudizada en dos categorías de personas: las que habitan en el área rural, y las mujeres.

El analfabetismo es un problema permanente que ha sido enfrentado erróneamente por las autoridades y, por ello, aún subsiste, sin mayores esperanzas de ser erradicado. La débil institucionalidad, manifestada en la falta de credibilidad en los líderes, por parte de la población marginada, también es causal de este flagelo, ya que al no existir programas acordes con la diversidad cultural no se logra satisfacer las expectativas de cada minoría, sino más bien se busca el progreso educacional de forma arbitraria, imponiendo un programa único sin considerar las particularidades de cada grupo.

El hecho de implantar la educación en castellano para hablantes de lenguas como el aymará, quechua o guaraní, genera una desventaja para éstos, respecto de quienes tienen al español como idioma nativo. El lenguaje, por tanto, se transforma en un obstáculo y no en un vehículo de unidad para la comunión intercultural. Esto se traduce en que, para poder acceder al sistema educacional e insertarse socialmente, los miembros de las diversas etnias deben despojarse de ciertos elementos propios de su origen y se ven forzados a adoptar costumbres ajenas y, en consecuencia, una nueva cultura.

Debido a la evidente diferencia entre el racionalismo convencional y el concepto de vida nativa, es importante saber qué opciones puede desarrollar la comunidad andina, sin perder su identidad. Una de las formas de expresarla es a través de los lenguajes nativos. No debemos olvidar que existen aspectos simbólicos de los lenguajes, tales como la mitología popular.

Es importante destacar que, a pesar de ser mayoría, los indígenas han sido obligados, históricamente, por una oligarquía, a integrar elementos extraños a su idiosincrasia en su vida diaria. Según Néstor García Canclini, estas características son propias de una cultura híbrida, puesto que se mezclan factores que hacen que la identidad cultural de las personas sea una cuestión difícil de acotar en vista de la gama de posibilidades existentes.

“Los derechos y obligaciones que todo ciudadano requiere forman parte de una ligazón con la ciudad, el país y el mundo, que pasa por sentirse y comportarse como parte fundamental de la sociedad, mereciendo respetos y generando responsabilidades.” Ésta es una de las características de la organización social boliviana; los indígenas son mayoría, pero no tienen un vínculo con la ciudad, el Estado o la nación, puesto que las decisiones son de una minoría, no perciben ganancias acordes a sus labores y pertenecen a culturas diferentes.

Esto último, reafirma el concepto de la fragilidad institucional; los altiplánicos no se identifican con los entes gubernamentales ni con la clase dominante, más bien se sienten marginados por éstos y relegados a la periferia social.

“Sería injusto echarle la culpa a los pueblos indígenas por los problemas que se generan debido al choque intercultural. En general, éstos tienen origen en la débil institucionalidad que existe en el país, donde los gobiernos locales carecen de recursos y de credibilidad, lo cual los hace muy frágiles frente a una movilización popular”, acotó Ximena Montenegro, consultora internacional.

En la visión del mundo andino, según una investigación de la Universidad de Cochabamba, lo humano, lo natural y lo espiritual son inseparables; se hallan en una interacción dinámica constante. La noción que la gente tiene que relacionarse tanto con el mundo natural como el espiritual, implica que no sólo deben desarrollar un conocimiento y habilidades para sobrevivir materialmente, sino que también, deben relacionarse con el mundo interior. El ritual es entendido como una actividad espiritual, llevada a cabo por los humanos para crear las condiciones apropiadas para un evento material o social dado que lo que se desea ocurra. Por lo tanto, los rituales son efectuados para todas las actividades sociales y productivas importantes. Por ejemplo, al momento que los campesinos logran las condiciones físicas adecuadas para el crecimiento de las plantas (al arar), invocan a la Pachamama, a través de un ritual, que contribuya a esto creando condiciones naturales y espirituales óptimas.

Una nueva tecnología sólo puede ser incorporada si existe un equilibrio entre los tres componentes de la cosmovisión: naturaleza, espíritu y sociedad. Los rituales son el núcleo tanto de la religión como de la cultura andina; especialmente, aquellos relacionados a la agricultura. Debido a que los habitantes de las comunidades andinas han sido, y aún hoy, son predominantemente agricultores, su religiosidad ha evolucionado a partir de las experiencias agrícolas.

Esto pone un énfasis especial en la relación de la sociedad y la naturaleza en un espacio-tiempo dado y propone, como resultado final, un calendario ritual; que de hecho, es un calendario agrícola. Éste les permite sincronizar las prácticas productivas con los ritmos y ciclos del cosmos. La colonización europea y cristiana no pudieron cambiar esto: las comunidades eligieron aceptar aquellas festividades católicas que coincidían o se festejan muy cerca a los eventos nativos más importantes, pero les dieron otro significado.

Coexisten dos sistemas diferentes dentro del sistema de organización de las comunidades: la organización ancestral, precolonial, y una organización sindical, resultado de la Reforma Agraria de 1952. Actualmente, la incompatibilidad de ambos sistemas, que se basan en dos cosmovisiones muy diferentes, se hace cada vez más evidente. Esta incompatibilidad ha originado varios conflictos y dudas acerca del futuro del sistema social.

No hay comentarios.: